jueves, 8 de septiembre de 2011

Carta al genio de las mil caras




“Somos quien somos y es
Cosa vista por dentro lo que fuimos”

Hombre de las mil caras, de las cuales solo cinco o quizá más fueron conocidas para el velo descubierto del mundo frígido, tenso, al que llamamos real. Sabías perfectamente la hora de tu deceso, tanto que ni siquiera te tomaste la molestia de escribir alguna reunión o un café en tu agenda: las estrellas ya te habían dicho que no llegarías a ver el sol.

Te tomaste la molestia de ser mil seres humanos en uno solo, o quizás en ninguno: Eras intuitivo, desosegado, melancólico, futurista hasta poeta que no hace poesía o que le cuesta admitir lo que hace. Te rehusaste a usar una silla para escribir, creías en las almas activas en un mundo de sombras y misterios; tanto que cada vez que mencionaban tu nombre, redundantemente preguntaban: “¿Quién?”.

En tus mil maneras y formas, desnudaste el alma del ser humano de tal forma que nadie se escapa de ninguna de tus palabras, todas ellas nos sujetan a piedras en los talones, y mismas tus palabras nos dejan sin caminar. A la vez te escondiste por mucho tiempo del mundo: querías ser un extraño. Fantasma viviente, vida de niebla, misterioso, trotamundos pero en ninguna parte. Habías leído las cartas de los que en esta generación buscamos formas para hacer lo mismo: desaparecer, dejando huellas aquí y allá.

Al mundo dejaste tus proyectos secretos, y tu secta de “máscaras” o “personas” que al final eras tú mismo, de diferentes colores y formas de pensar pero siendo los mismos en esencia, en astro, en virtudes y algún rasgo casi invisible pero notable. Los únicos sonidos que mi mente desea escuchar a leerte son aquellos de misterio, de un universo multi-partito pero eurocéntrico, o con el centro en alguna parte. Te hago mío, a ti y a tus miles, para desaparecer entre la niebla y sentir que tu misión se ha completado. Estás riendo con frialdad en el otro extremo de la vida, al que pasamos todos al descansar, o en tus hojas donde aún siento tus latidos fríos, misteriosos y extraños.

Oh “inventor de otros poetas y destructor de ti mismo”, la luna giraba en torno a tus gafas.

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