miércoles, 15 de diciembre de 2010

In memoriam



Sobre las aguas turbias y algo confusas del río Amazonas corren muchas cosas: pedazos de losetas europeas de derrumbes anteriores, cuerpos sin vida de animales que buscan un rumbo final, restos de vegetación vagabunda, pedazos de historia y de pólvora y algunos botecitos errantes que buscan beneficio del comercio de comestibles y otros. Sobre las montañas, cerros y mares de nuestro país pluralmente referido quizá también corre lo mismo, pero es la sangre que ha corrido por todos los confines, en todas estas décadas ultimas, las que nos hace parar un momento y quedarnos absortos ante las declaraciones recientes de algunos de sus principales ejecutores.

Era un octubre para terminar los noventa, con la típica pelota inflable en la primera cuadra de la calle nauta, donde los artesanos y sus pequeñas casitas pre-fabricadas daban color a las calles resurgientes del tiempo post-cauchero, trataba - con mi madre y hermana - de vivir otro momento mas sublime de la vida al desafiar mis sentidos y la gravedad. Aprendía mis primeros trucos artesanos gracias a Sarita, la hermana de la iglesia a donde iba para así tener fe de alguna forma, ya que en mis tiempos iba perdiendola debido a una serie de eventos desafortunados que ningun niño espera tener.

Era irónico ver que mi felicidad inmensa y tranquilidad al verme contrastada con el resplandor de las cuatro de la tarde, se viera opacado por un inmenso ardor en los ojos, como si todo el hades se estaba posando sobre mis ojos. Mi madre siempre decia que si haciamos algo malo en vida, ibamos a ir directamente al infierno, y hasta donde yo estaba segura aún podía sentir el aire en mis pulmones recibiendo el aliento que le hace al ser humano transcurrir el dia y dormir placidamente de noche. Volteamos todos, mirando que no eramos los unicos a quienes nos pasaba esto, sino que todo el mundo corria apresuradamente a cerrar las casitas, y buscaban agua para calmar el infierno ocular, hasta que alguien vino corriendo a decirnos que hagamos lo mismo, que algo parecido al fin del mundo estaba cerca: Alguien iba a morir ese dia.

Corrí, pues, con pelota en mano y mi hermana pequeña en brazos de mi madre, dejamos la pelota en la casa de una tia mas cercana y corrimos a nuestro hogar aparentemente seguro.Al voltear los ojos por un instante, cual hija de Lot en el sacrificio de las dos ciudades, observé el fuego y el caos detrás de mí, Iquitos, la tierra de ese río tan caudaloso era para ese entonces tierra de nadie, anarquía total, guerra civil. A mi abuelo, algo famoso en mis lineas, nunca lo había visto tan alterado, nervioso y muy preocupado hasta las lágrimas. Era tanta su preocupación que al oír que lanzaban las bombas lacrimógenas desde los helicópteros, nos junto a todos en un solo cuarto, y clamando al ser omnipotente en el que creía, le pedía por nuestra seguridad. Aquel día, en la ciudad, hubo uno de los saqueos mas grandes. Temíamos por nuestras vidas. Estabamos en terror.

Cuando aparentemente el caos hubo pasado, mis vecinos, huérfanos, lloraban la muerte de la madre de familia, Corinita, irónicamente llamada como mi madre, pero esta estaba muy cerca y no pudo correr. Los bastardos proyectiles de la injusticia y el desorden le habian impactado y abatido con su prometedora vida de maestra escolar. Toda la ciudad ha estado en gris desde entonces, mi madre huyo aquel año para ver una forma en la que jamás tuviesemos que pasar por lo mismo. Eran dos Corinas en el exilio: una en el exilio patrio, y otra en el exilio corpóreo tanto como así otros casos similares o quizá algo diferentes.

Casi quince años luego de aquellos días tan fatales y mortífagos para un pueblo como el nuestro, hay gente que admite que esto nunca fue real. Que nunca hubo asesinos, ni ladrones, ni gatos ni pericotes. Ojala lo fuera, y ojala los hijos de Corinita la maestra y yo, hija de Corina la exiliada, estemos mirando el cielo como siempre y con los pies puestos en tierra pensar en un futuro balanceado, con más energías para vivir.

Es más que claro, que el mayor peso del mundo no solo es la ignorancia, sino también la hipocresía. Es ineludible decir que si ocurrió, que las cosas si cambiaron, que si desaparecieron 24 mil millones de soles en una cuenta bancaria estatal, que hubo muertos, que hubo asesinos, que las manos de alguien (que de antemano ya está tras las barillas del oprobio y la soledad) se mancharon de sangre, o no asi su propio cerebro que maquinó planes tan malévolos, que hay alguien mintiendo y hay alguien que cree que aún habemos tontos para creer esas falsedades sin fundamento.

Aquellas páginas escarlata de la historia en la vida de muchos "seres que son libres, siempre libres" jamás podrán borrarse, no dirán mentiras. Aquellas tardes de octubre, o enero, o abril de muchas personas que quizá fue el ultimo en la que vieron el sol, no serán borradas de un pueblo que no ha dificultado su memoria, ante el atrevimiento y la osadia de quien lleva la mente y manos, llenas de verguenza oprobio y carne humana.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Touché


Al inicio de la cuerda oscura e insegura, todos estamos cerrando los ojos esperando el momento indicado para comenzar a desplazarnos, para llegar al otro lado. Rogandole al cuerpo y a lo que sea para no caer, seguimos, sosteniendo un bastón horizontal en nuestras manos, desafiando la gravedad. 

A nuestros pies (y mas debajo) un payaso y sus malabares equívocos recuerdan que no todo es dificil, y la carcajada inesperada aumenta el nerviosismo de seguir cruzando. Los elefantes saltarines y el león con el domador estan allí, luego del acto del payaso, para sorprender en tan ecuánime forma de desafiar los miedos humanos. 

Y mientras seguimos cruzando, con los ojos cerrados dibujando aquel espectáculo, a paso lento avanzamos. El titiritero ya guardo a sus pequeñas creaciones, el público se ha puesto de pie. Es hora de abrir los ojos, ya es el fin de todo, todos aplauden, se cierra el telón.

Gracias vida, has sido todo un circo.